En la segunda parte de esta nota dedicada a la bossa, hablaremos de las notas a escoger.
Evidentemente, este ejercicio es para bajistas de un nivel medio, que sean capaces de leer el cifrado (o al menos descifrarlo, o sea, leerlo aunque no sea “a primera vista”), y que conozcan los arpegios de los principales acordes.
Dentro de este estilo, el bajo se maneja principalmente con las fundamentales y quintas de los acordes.
Esto hace que la lectura de un cifrado en este estilo sea de una dificultad relativamente baja, ya que ni siquiera deberemos tener en cuenta si el acorde es mayor o menor, bastará con que no haya ninguna alteración en su quinta.
En el artículo anterior prometimos explicar porqué, en este estilo, la fundamental y la quinta del acorde son las notas más adecuadas para el acompañamiento, de modo que vamos a cumplir esa promesa: Como recordaremos, en nuestro primer acercamiento a la bossa, comentamos que la función del bajista consiste, en cierta forma, en suplir al “zurdo”, un potente y característico instrumento de percusión.
La fundamental y la quinta son las notas con menos carácter melódico del acorde, las más “planas”, por así decirlo.
Por ese motivo, tanto una como otra son las primeras notas de las que un guitarrista o pianista pueden prescindir, no solo porque habitualmente ya las tocará el bajista, sino porque, desde el punto de vista armónico, ambas notas están “implícitas”.
Son las primeras notas de las que se puede prescindir sin alterar la característica del acorde, es decir, sin que este deje de percibirse como tal.
Este carácter “plano” de la fundamental y la quinta, esta carencia de función melódica, es justamente lo que necesitamos para parecernos lo más posible a un instrumento de percusión. Si en lugar de predominar ellas en nuestra línea, utilizásemos terceras, séptimas, o incluso notas de paso, nos encontraríamos con que nuestra línea adopta un carácter más melódico, ganando riqueza en este sentido, pero a costa de sacrificar ese sentido percusivo que buscamos. La línea podría incluso resultar más interesante desde el punto de vista melódico, pero inevitablemente se perderá su carácter “básico”, y esta característica es justamente la que buscamos imitar.
Por este sencillo motivo, la línea obtenida será mucho más adecuada utilizando fundamentales y quintas, que con otras notas. Y de paso, esto nos permite ver que “más complicado”, o “más variado”, no necesariamente significa “mejor”, todo depende de lo que estemos buscando, de nuestra función, y de lo que deseemos aportar al resto de la banda.
Pero si intentamos tocar exclusivamente fundamentales y quintas, nos encontraremos con ciertas limitaciones a la hora de crear una línea interesante. Esto no debe preocuparnos, ya que como comentamos, no siempre será necesario crear “la línea del siglo”, en muchos casos, bastará (y será incluso lo mejor) un acompañamiento modesto y conciso.
Pero lo que sí podemos escoger, es la octava donde tocaremos la quinta, es decir, si utilizamos la quinta aguda o la quinta grave.
En esta imagen vemos la nota DO, como nota central, y las dos posibilidades de quinta que tenemos, es decir, la grave y la aguda.

Ambas notas tienen exactamente el mismo carácter melódico y armónico, con la única diferencia que en un caso el movimiento será ascendente (cuando utilizamos la quinta aguda) y en otro descendente (cuando utilizamos la grave).
Utilizando adecuadamente unas y otras quintas, lograremos una línea más uniforme, con menos saltos, y en la que huiremos con más facilidad del sonido “patrón”, es decir, de esa sensación de que estamos tocando la misma figura trasladada una y otra vez a cada acorde.
Recordemos, eso sí, como ya habíamos comentado, que la quinta no siempre es justa, es habitual la aparición, sobre todo, de la quinta disminuida, que encontraremos medio tono debajo de la quinta justa.

El objetivo es muy sencillo, se trata de buscar la quinta que esté más próxima a la fundamental que vayamos a tocar luego:
Este es el mismo cifrado que utilizamos en el artículo anterior, solo que ahora, nos serviremos de las quintas agudas y graves para tener una mayor libertad creativa.
La elección de una quinta grave o aguda, en cierta forma es libre, es decir, si bien intentaremos escoger siempre la más próxima a la fundamental siguiente, hay muchas situaciones en las que ninguna de las dos quintas nos da un movimiento en el que la elección resulte tan clara.
Por ejemplo:
En este pasaje, resulta evidente que nos acercamos mucho más al LA del segundo compás utilizando la quinta grave que la aguda.

Aunque naturalmente, esto cambiaría si en lugar del LA que estábamos usando, decidiéramos usar un LA más agudo. En ese caso la quinta más adecuada ya no será la grave, sino la aguda, que estará más cerca del LA agudo al que nos dirigiremos luego

En cambio en otras situaciones, la elección de una quinta u otra no es tan clara:
En este pasaje, por ejemplo, es prácticamente indistinto el uso de una quinta u otra, ya que ambas producirían un movimiento similar, en este caso, podemos escoger simplemente en función de nuestro gusto personal.
Pero recordando siempre que cuanto más graves sean las notas que utilicemos, más llena sonará nuestra base. Las notas agudas, suelen sonar más claras, más destacadas, pero privan al conjunto de las frecuencias más bajas, y no olvidemos que nosotros, los bajistas, somos los únicos “autorizados” para utilizar en una formación instrumental dichas frecuencias. (de paso, un tirón de orejas a la mala costumbre de algunos pianistas de tocar la fundamental en el registro grave de su instrumento, cosa que no solo ensucia el resultado general, sino que limita enormemente al bajista, impidiéndole prácticamente, la creación de una línea independiente).
Por último, cabe aclarar, que el uso de una nota que no sea la quinta, no es prohibitivo. Por ejemplo, en este caso, el uso de la nota RE#, tercera de B, nos acerca de forma muy conveniente al MI siguiente, con un movimiento de solo medio tono.

La “ley” que intentaremos respetar siempre que podamos, es la del menor movimiento posible. Esto es importante en todas las líneas de bajo en general, pero más aún en la bossa, donde lo que buscamos es justamente una línea con carácter de acompañamiento, es decir, que no llame excesivamente la atención, si utilizamos movimientos grandes, la línea cogerá un carácter más melódico, mientras que si es pequeño, destacará menos, y esto es, justamente lo que nos interesa.
De todas formas, aclaremos que tampoco se trata de buscar sistemáticamente el menor movimiento, no es una fórmula matemática, sino solo una idea general que debe regir nuestra búsqueda.
Por ejemplo, en este caso, si utilizamos el MI grave (como quinta de LA) para movernos al SOL, obtendríamos, técnicamente hablando, un movimiento menor que con el MI agudo que estamos utilizando.

Sin embargo, no se trata de “contar semitonos” para escoger sistemáticamente el movimiento menor, ya que esto se parecería más a un cálculo científico que a un hecho musical.
Tanto las consideraciones relativas al uso de la quinta u otra nota del acorde, como la búsqueda de los movimientos más cortos, deben ser solo una premisa básica, y de ninguna manera una obligación, o algo que haya que cumplir de forma inevitable.